La Alquimia y sus Símbolos.
«Toma de esta medicina exquisita, gruesa como una judía. Proyéctala sobre mil onzas de mercurio; éste cambiará convirtiéndose en un polvo rojo. Añade una onza de este polvo a mil onzas de otro mercurio, y se operará la misma transformación. Repite dos veces esta operación y cada onza cambiará mil onzas de mercurio en piedra filosofal». Ramón Llull. El azufre, la sal y el mercurio de los alquimistas representan los distintos elementos de la psique humana. De la misma forma el recipiente en el que se mezclan, conocido como Athanor, simboliza el propio hombre. Siguiendo este ejemplo el fuego en que se deposita, denominado «Incendium amoris», simboliza la fuerza transformadora del calor del amor espiritual. Durante el experimento veremos que las sustancias se vuelven, inicialmente, negras, es la putrefacción de la que hablan los místicos, el estadio de purificación; después se vuelve blanca y se transforma en plata, es el estadio de iluminación del alma; finalmente se vuelve roja y se transforma en el preciado metal del oro, un elemento que es más que un noble metal, es el oro espiritual, la conclusión de la Magnum Opus que corresponde al estado unitivo místico. Como vemos la simbología alquímica tiene un poderoso contenido espiritual. Esta simbología la encontramos en todos los alquimistas. Fulcanelli decía que «… el espíritu popular, impregnado por completo de misticismo oriental, se complacía en los jeroglíficos, el velo simbólico, la expresión alegórica». Pero se trata de una simbología que entraña un poderoso mensaje secreto, como aquel que un ángel en sueños, vestido de blanco, muestra a Nicolás Flamel un grueso libro de tapas de cobre al tiempo que le dice: «Mira este libro del que no comprendes nada, ni tú ni los demás. Un día verás en él lo que nadie puede ver». En la alquimia el azufre, padre de los metales, es el elemento masculino, activo y fijo; el mercurio, que por su parte es la madre, es el elemento femenino, pasivo